miércoles, 22 de octubre de 2008

Réquiem por lo antiguo


Quiero ofrecer hoy a la noche, y a la luna que todo atormenta con su voz plateada y siniestra, un sencillo sacrificio de mi emoción doliente, antes de que el olvido destroce con sus garras de acero, lo que he matado en mi memoria, antes de que las voces de mi pasado, se difuminen para siempre, en la confusa masa de rostros y voces de las que se compone al final de todo, lo que un hombre llama vida. Quiero cantar, rescatando la inocencia, con una voz, que ya esta vieja, en honor, de los tiempos de antaño, cuando el sol era igual de gris, y mentiroso. Honrar, la memoria de los muertos, de los que se han ido, de quienes se han marchado, por el destino, o por que yo o ellos lo hemos decidido, con lo que me resta de mi voz antigua, con las cenizas, del que una vez, hace tiempo, fue llamado, por demonios y hombres, caballero del olvido.

Quiero entonar, hoy que puedo, hoy, que la voluntad, no me ha abandonado, por la gloria de plata y oro del hermano devorado por el hastío, masacrado por el olvido, Uriel, el de los ojos de acero, y su voz grave y venerada, firme al embate de los miedos, toda furia y entereza, ante la vorágine de su infierno… ¡Otro caído!

La suave desidia de mi amada dama, la de los dedos de hiedra, que me envolvía en silencio, arrastrándome al averno, por Gabrielle, señora del llanto, hija del miedo, desposada con la desdicha… ¡Otro caído!

La dulce esperanza, de mi hermana, dama de las aguas, la que vagaba con siniestro pesar entre las ruinas de templos perdidos, a la espera de su ángel, muerto desde antes de empezar con su anhelo… ¡Otro caído!

A Ainwüe la de ojos de galaxia, el dolor que le he causado, y lo cerca que estuve, de llevarla junto conmigo, a esta vagancia que coquetea con la muerte, lo cerca que estuve de hacerme hacedor de una muerte inmerecida… Por su perdón, que no me cansare de suplicar en las horas mas sombrías…

Por ellos, adorno esta copa, de negra sangre y de hielo, a ellos, que me forjaron en los tiempos en que el aire era mucho mas fresco, y el color de los árboles no había caído aun en las garras de la sombra, por ellos, que me construyeron esta barca, de navegante de todos los fracasos, y esta espada, y esta piel, de caballero mentiroso… ¡Por los que han caído!

Cerca esta la hora, en que ellos, yo, y todos los que he conocido, seremos sepultados sin piedad por la roca, para siempre perdidos en la nada, por siempre vencidos por el olvido,

Hay aún, un largo trecho, que me separa de la muerte, pero cerca, muy cerca, están las puertas de la nada, en la que solo me espera, la condenación o la misericordia…

S.R

Umbra

Arles

Caballero de olvido

1 comentario:

Diosa Maldita dijo...

Solo se necesita una razón para no morir sin luchar. La razón es vivir. Sé, amigo mío, que la vida no es tu opción preferida pero si tratas puede llegar a gustarte un poco. Los errores y las sombras nos rodean como demonios esperando un solo descuido para atacar. Pero que ataquen, tú y yo somos más poderosos, somos poeta y escritores.