jueves, 13 de agosto de 2009

Agosto


Había viento, como todas las tardes de cada agosto en mi vida… Y un millar de pájaros de papel y plástico, surcaban temerarios la inmensidad del cielo de esa niñez que he perdido…
Recuerdo el esfuerzo, la tenacidad (siempre conmovedora en un niño de pocos años) con la que me empeñé en crear de mi propia imaginación y con mi solitario esfuerzo, aquella pequeña cometa de bolsas de basura… Era transparente… Y su estructura algo imperfecta, un poco tosca, pero en mi orgullo, perfecta…
Tenía una larga cola hecha con sábanas y medias viejas, y una variada colección de lazos y cuerdas, que con paciente parsimonia había logrado rescatar de la casa vieja en el campo… Es sorprendentemente difícil conseguir cuerda cuando tienes 7 u 8 años, y me parecía absurdo explicar algo tan evidente como mi necesidad de volar...
Me pregunto si acaso, en mi larvaria mente, no sentía ya la necesidad de escapar por cualquier medio del mundo que me rodeaba.

Precisamente y para ese día me había vestido con lo mejor que tenía (No recuerdo que era, pero para momentos tan simples y mágicos siempre he hecho lo mismo) que no era nuevo, sin comer y sin dar mayores explicaciones, emprendí el camino que según recuerdo era y sigue siendo muy largo… Camine bastante… Y llegué al pueblo con mi magnífica ave cuidadosamente envuelta y protegida en papel periódico… Sin perder tiempo me dirigí al estadio, un armatoste peligroso para cualquiera que no tuviese mi edad, avejentado y caduco como siempre ha sido toda estructura y persona en esa ciudad, lleno de jóvenes y adultos que como yo, soñaban con volar, si bien, en mejores aves que la mía, de lo cual no tardaría en darme cuenta…

Busqué el lugar mas alejado de la entrada y los demás, tenía la certeza de que la magnificencia (Aunque en ese entonces no tenía ni la menor idea del significado de la palabra) de mi ave despertaría la envidia asesina de mis congéneres… Desenvolví amorosamente mi paquete y me dispuse a esperar la primera ráfaga de viento, era consciente del desmedido peso de mi cometa y había planeado meticulosamente ese momento… Al cabo de unos instantes, casi sin quererlo, un embate de brisa levantó perezosamente a mi pesada creación, elevándola mas allá de lo que en mis alocadas fantasías de la noche anterior pude haber esperado. Alzó vuelo y bien pronto agotó las escasas reservas de cuerda que poseía, pero debo decir en justicia, que en ningún momento corcoveó como suelen hacerlo esas cometas prostitutas que puedes comprar por una nadería en cualquier tienda de esquina… Al contrario, majestuosa, planeó sobre mi cabeza sin moverse ni un centímetro más de lo que yo quería… Voló sobre un tiempo interminable, incontable la verdad, éramos un solo individuo mi ave y yo… Y mientras ella sobrevolaba el césped mal cuidado y enfermizo del estadio, no me era difícil (Supongo ahora) sentirme allá arriba, sobre la grupa de un ave mitológica, por encima de la miseria de la que escapaba, por encima de la miseria espiritual (Ya entonces sentía eso) de la humanidad que me rodeaba… Mas puro de lo que nunca llegaré a sentirme en la vida…
Mas llega el momento en que agosto, con todas sus promesas de viento se convierte en tu enemigo… De un instante a otro la brisa cesó de inmediato y mi pesada ave empezó a decaer, imparable… Yo, que me afanaba recogiendo cuerda, la animaba con mis escasos gritos pero ya la tragedia se había marcado, mi ave, mi hermosa cometa hija de mis manos tímidas y frágiles, tejía con breves espasmos su aparatoso final contra el suelo… Más, también es justo decirlo, incluso en su agonía, logró estrellarse con una gracia y armonía que yo entonces no alcanzaba a comprender (Y es que entonces no sabía que al igual que un comienzo, también los hombres y las cosas son capaces de grandes finales).
Un revoltijo de maderas, plástico y tela fue lo único que quedó de mi cometa, eso y una pequeña e insignificante nube de polvo en el centro de la cancha… De alguna manera alcancé a comprender lo irreversible del accidente, y llorando con una rabia e impotencia hasta entonces desconocidas para mí, me precipité junto a ella, recogiendo con ternura sus miembros destrozados, casi esperando que como yo, sangrara, cuando caía de los árboles o de mi propia cama…

Poco tiempo duró el funeral de mi ave, mal presagio era ese en efecto… De mi llanto mudo me sacó la corta y casi cortés risa de los que me rodeaban… Cuando alcé los ojos vi un desprecio y una lástima hacia mi ave, hacia mí, que jamás había visto en los ojos de nadie…
Con un doloroso golpe, ese agosto me enseñó que en efecto mi ave era miserable (Por más que hubiese sido parida por mis manos), que mis mejores ropas no eran peores y más dignas de lástima que las de los mendigos que veíamos en casa cada domingo (Algo que no ha mejorado hasta hora, mucho me temo)… Pero, lo que en verdad acabó de un solo corte algo que hoy todavía no alcanzo a definir (pero que tenía la intimidad gloriosa del agua y la serena luz de las rosas recién abiertas) fue la repentina revelación que me asqueará hasta el final de mis días en esta tierra podrida y mediocre… Que las cometas, al igual que los sueños, al igual que todo en este pedazo de universo, solo pueden volar si son objetos mediocres, prostitutas compradas en cualquier tienda de esquina…

Sariel Rofocale

Sencillamente, estoy cansado...

Me doy cuenta de la razón íntima de mi mal, que no tiene nombre traducible, que es más una sensación, una carencia de todo y de nada, una ausencia de todo, y de mi mismo…
Estoy muriéndome por dentro… Me seco, me agrieto… Me extingo al mismo ritmo que mis letras, antes profusas y florecientes, hoy grises, sin vida, apáticas y furiosas…
Ya no hay valor que me anime, estoy solo, solo… Abandonado a mi propia suerte, y por mis propios errores condenado…
Ya ni el pasado alcanza a hacer un eco en mis dedos…
El juglar muere cuando se seca la fuente de su magia, cuando es incapaz de ser encontrado por la armonía, y se ve precisado a recordarla y empañarla contra el papel, como un fantasma…
¿Sencillamente? ¿En verdad solo es cansancio?
Mañana no me buscará el sol amarillo y abyecto que todos los hombres ilumina (De hecho, nunca me ha buscado) y carezco del valor o la voluntad suficiente para intentar al menos, hallar una razón que lo explico…
¿De que sirve vivir, si no puedo conjurar universos?
Que me lleve esta noche la muerte, si no guarda para mí nada mas que un papel en blanco, que me atormente para siempre la nada, si voy a vivir sin poder escuchar las voces que antes me traía el viento…

Sariel Rofocale
Ad portas…

sábado, 8 de agosto de 2009

Silencios

EL silencio es más triste cuando no existen voces con las que matarlo…
Más opresivo cuando sin cesar te encuentras, un poco mas allá de la redención del grito…
Es dolorosamente cierto que cada momento de magia, es precedido por la eternidad... incontables instantes de agónico aburrimiento…
Si acaso alguien pudiese encontrar la manera mas certera de salvarse a sí mismo, sin la penosa necesidad de morir en el intento… ¿No es acaso por todos sabido, que los redentores son caducos e innecesarios en esta era de fantasmas?
¿Como puede el poeta sobrecogerse ante la inmensidad de un papel en blanco?
Pero volvamos al silencio, y su aterradora simpleza, su poderosa garra desfigurando sin piedad el signo antes de que este se dé a luz a sí mismo…
Ese silencio que se adentra implacable dentro de cada ser vivo… Hasta que ya todo, y todos, son antes que nada un silencio enorme, agresivo, posesivo y celoso, que se disfraza sin la menor vergüenza de ruido…
Este silencio,
Este silencio por el que violaría mis manos con el filo amable y preferible de la muerte…

Sariel Rofocale…

Siniestro Payaso II



Siniestro payaso, que acechas al amparo de esta risa,
Aguardando paciente el momento preciso de mi debilidad, para,
Destrozarme el alma de un zarpazo…
Orgulloso depositario de todos mis sueños rotos…
Obstinado recolector de versos partidos y avejentados…
Cazador del sonido de la piedra reventando almas,
En momentos mucho mas inoportunos que este…
Hereje de la risa, insomne vagabundo de todo sueño…
Pesadilla hecha carne, único testigo de los cadáveres que la fé deja plantados en el cielo…
Constructor de palacios, fénix renacido en el sol de esta desgracia…
Nadie como tú para gritar en el mundo,
Para hacer temblar de vergüenza la mohosa piedra del buen decir…
Edifícame un refugio en el sol, para poder renacer de el, sin sentir su calor…

Sariel Rofocale…