sábado, 31 de mayo de 2008

Una noche, y llovía...

Historias para morir descontento

Crónicas del Tedio

Una noche, y llovía...

No era de extrañarse; tomar la pluma, no era la causa, de hecho, empuñarla, como quien se aferra a una espada, a un pedazo cualquiera de madera, a sabiendas de que tan solo eso se interpone entre la vida y un abismo hambriento, era lo que le permitía conciliar el sueño, lo que facilitaba su penoso caminar de cada día. Lo que le salvaba del tedio, de la risa seca y dolorosa, tan cercana al llanto, del que conoce su gélida y horrenda conciencia.

No era raro entonces, que tras 20 años de difícil lucha, de angustiosa resistencia (Sin razón ni motivo distinto al de la terquedad), a las embestidas de la locura, su espiritu fiel pero agotado, se rindiese al fin sin un último grito.

El día en que Tito descubrió (O más bien, aceptó) que estaba loco, era un día extrañamente gris, lluvioso, un tanto mediocre. En el momento terrible en que cayó en cuenta de lo fútil y risible de su empeño, en mantener una cariada defensa contra las atávicas fuerzas que le obligaban a perder el total dominio de si mismo (Si es que acaso algún hombre puede aspirar a tanto), perdiendo la esperanza, ahogándose en una pena rabiosa, supo que cada uno de esos días vividos, arrastrados, llevados como condena, eran la dolorosa preparación para una magia mas profunda y temible de la que los seres vivos (Mal llamados cuerdos) puede siquiera imaginar en sus mas toscos anhelos, en sus mas estúpidas pesadillas.

Cualquiera que hubiese visto el peligroso fulgor que encendió en sus ojos de niño, una voluntad mas allá de lo humano, hubiese retrocedido espantado, mascullando el recuerdo de las oraciones marchitas, y seguro de que por fin el mundo, comenzaba a morir sin remedio.

¿Como puede un hombre describir con palabras mortales y manchadas, la magnifica y terrible sensación de, abrir los ojos desde el fondo del infierno?

Basta decir que se revela un mundo, nuevo, despojado ya del muro abyecto que limita la existencia de todo ser vivo, Basta decir que se hace evidente, por fin, el hedor a muerte que emana de toda la tierra, los crueles diablillos, rechonchos, tan cordiales como moscas, que arrojan la lluvia desde nubes de sangre y risa, emprendiendo una guerra con aves, hombres y los demás repugnantes pequeñajos que se atascan en este planeta. Ver los secretos, ver lo antes no visto, lo oculto, lo arcano y prohibido, y no poder negarlo, acabaría con la voluntad del hombre mas fuerte del mundo, mas, como Tito por fin había enloquecido, este riesgo carecía por completo de importancia.

Rió despacio, como probando su risa, tanteando, pero una mueca de desprecio deformaba su rostro, mientras metódicamente, con el placer que solo otorga la costumbre ya ritualizada de antemano, encendía un cigarrillo y aspiraba con fuerza y fruición el cálido y acre humo. Y volvió a reír de nuevo, esta vez un poco mas alto, ya seguro del alcance de su fuerza, y sin mirar siquiera, por ultima vez su casa, ni los recuerdos que en ella atesoraba, salió a la calle, para empezar a buscar a la muerte.

Pocas personas pueden entender la atracción que ejercen las calles de una ciudad en el conturbado espíritu de esta clase de hombres, para quien les ve, solo son una razón de más para cambiar de calle, o de renegar de esta u aquella política estatal, para murmurar por encima del hombro ¡Que mal va esta ciudad! O para sentir allá en lo mas profundo de los corazones mezquinos, un calorcillo irritante, molesto, que les obliga a un pensamiento de compasión, que como buen mecanismo de conservación, hace ya todo el trabajo y le distrae de la situación. Hay por supuesto, quienes les ignoran, o quienes les ignoran aún mas, regalándoles esta u otra monedilla sobrante del transporte, o quienes les persiguen, para hacerles dormir luego, luego, en calles ocultas por la niebla de una madrugada difícil.

Pero si la vida (Que a veces es mas bien mierda) fuese algún día justa y decente (O por completo demente) habría algún hombre que les escuche, y descubra, que en sus delirantes personas, se gesta desde hace eras, el remedio preciso a todos los males del mundo.

Tito, no fue, pues, ajeno al primordial llamado del asfalto, y con tres pasos firmes se convirtió por derecho propio, en otro miembro mas de la sacra hermandad de los desheredados de la vida, los agobiados por la miseria, los siempre vencidos por el universo. Los locos (Por si no te has dado cuenta)

No supo cuanto tiempo corrió, a veces riendo, a veces llorando, y a veces reventándose la cara contra muros que parecían estrecharse cada vez más contra su cuerpo, perseguido sin cesar por ladrones, mujerzuelas baratas y oficiales, mientras sentía como invadía su piel, poco a poco, un espanto primitivo e inocente. Para cuando se recostó cansado contra una destrozada pared de piedra, el agua ya había limpiado su frente, llevándose la fiebre y un poco más que su tristeza.

Con un movimiento imperioso, casi regio, apartó las doradas formas que le impedían ver la lluvia, y estas, obedientes, se movieron convirtiendo todo, hasta donde alcanzaba la vista, en un intenso caleidoscopio de colores y sombras que se movían sin descanso al compás de su corazón intranquilo. Tras el remolino de colores, alcanzó a divisar dos personas que le observaban; relamiéndose los labios, echando ojeadas ansiosas a lo largo de la calle, mientras miraban, medían, pesaban, catalogaban, como aquel que elige la fruta mas madura y suculenta del árbol en el jardín de un vecino. Antes de morder sin prisa, desangrando el alma dulce de todas las frutas...

Un relampagueante brillo surgió de la mano de uno de aquellos hombres, mientras con un grácil movimiento, no exento de fuerza, era arrojado contra la pared; rebotó contra la durísima superficie, y un dolor exquisito y vibrante recorrió todo su cuerpo, extendiéndose en oleadas vertiginosas desde su vientre, irrigando cada centímetro de piel con la callada parsimonia que solo el dolor es capaz de causar. Sintió como unas manos callosas y repulsivas recorrían su ropa, ágiles y viscosas, cual serpientes, se enroscaban en cada pliegue y arruga, hasta llegar a su piel. En el rostro del que apretaba el cuchillo, retorciéndolo sin cesar, apareció un gesto despectivo y asqueado... Un gesto que se transformo en una mueca de miedo, cuando las manos de Tito se cerraron con una rapidez sobrehumana sobre su cuello, presionando con firmeza, impidiéndole respirar...

El acero en su vientre redoblo su furia, pero Tito no sentía ya ni dolor, ni la negra sangre que se escapaba hasta el suelo, mientras una mano que ya no era una mano, sino una zarpa, un instinto cegado por la película roja de la furia, hundía las garras, saboreando la suave resistencia de la piel, el contorno de los huesos, el palpitante calor de las venas y arterias; y con un solo movimiento apretaba con más fuerza y paladeaba los crujidos, como si rasgara papel pergamino...

Giró lentamente la cabeza hacia las serpientes que manoseaban en su carne, para ver como se retiraban en las manos de aquel hombre – reptil que ya reculaba en una presurosa carrera a través de la lluvia...

Mientras el cuerpo se desplomaba con un chasquido desagradable, arrojó aquel pedazo de carne que estrujaba entre sus manos, carne y sangre, ya roída por gusanos del ciclo eterno de toda vida.

Las piernas temblaron antes de que pudiera dar dos pasos seguidos, y se derrumbó en el suelo mojado, parpadeando como un búho a la luz, cada vez que una gota de lluvia entraba en sus ojos abiertos por la sorpresa. La fiebre había vuelto, pero hacía frío, y ya era de noche (Cayó en cuenta), y los colores se habían ido. Respiró pausadamente, y se echó a reír, después de todo uno no se muere todos los días...

Pasó un rato largo, un momento extenso durante el cual, nada pensó, ni sintió aparte de la lluvia y el eco de su constante caída contra el pavimento... Y, algo brilló casi al borde de sus ojos; un resplandor dorado, que se extendía sobre su cuerpo, que cálida era esa luz intensa, tan llena de aprecio, de confianza, que no fue una sorpresa cuando empezó a tomar forma, al principio difusa, y luego, poco a poco, la de un hombre, como él mismo, si bien resplandeciente, como el reflejo de los cristales en las tardes de verano.

La hermosa visión sonrió, preguntando sin palabras, y en un lenguaje sencillo hecho de algo más sublime y simple que el sonido,

¿Duele? ¿Sufres? ¿Por qué sufres?

Tito notó que su cuerpo empezaba a perder fuerza, azuzado por una agonía sorda, casi gritada a lo lejos, en otro cuerpo que no era el suyo.

No, solo un poco – Dijo con una voz que ya no era garra, ni zarpa, ni hielo- No durará mucho

Sentía el sabor amargo y salado de sus propias lágrimas, que se mezclaban con la lluvia, y la sensación de reconocimiento inundó por completo su mente... Parecía estar viéndose a sí mismo; si bien era un Tito Strada distinto, más fuerte, sereno, más inocente... Pero pese a ello eran sus ojos, y ese, era su rostro...

No fui gran cosa – Dijo de nuevo Tito, embargado por una tristeza que ya no dolía, una amargura que quizas era más dulce, mas gentil- Es mas, nunca fui nadie, ¿Comprendes? Ni aún he tenido el coraje para serme a mi mismo... Pero... Me alegra haber vivido para este momento... Para poder estar aquí, contigo, cuando la sombra se abate sobre el mundo...

La sonrisa de aquel otro, se llevó el pánico, y la tristeza, mientras su alma se rompía en mil pedazos infinitesimales, pasando a formar parte del aire, del viento, del sol que amenazaría la tierra dentro de unas horas, del agua que lavaba los apagados ojos de un hombre tirado en el suelo... Llevándose todo rastro de lágrimas y sangre, a otro sueño, y a otro cuento.

Umbra

Carai an caldazar

Carai an ellissande

Aconitum Mashiara

Sariel Rofocale

martes, 27 de mayo de 2008

Memoria

Se cierne en la noche, la nebulosa presencia de lo pasado,

Sin decencia, sin recato;

Me asaltan las palabras que ya había sepultado,

Cada nombre es otro espectro,

Fantasma doliente de culpa, risa y melancolía…

Patrice era blanca, como solo pueden ser los sueños de un niño,

Que piensa que unos labios rojos, impolutos,

Son la puerta abierta a la maravilla…

Zuleima, de sangre y fuego, de piel canela y sonrisa pronta,

Durmió un sueño de profundo enigma,

Juro que cazaba espíritus en el firmamento de sus ojos,

Juro que la muerte anidaba en su rostro profano…

Johanne… Era un vicio, una penitencia impuesta,

Y tras las rejas de mi engaño distante,

Tenía por costumbre besar su frente y caer envenenado por su infamia…

Angu, fué un milagro; que inició con sutiles hilos,

Y acabo destrozando el pavimento con dos almas…

Pero revivió este cascarón viejo, con caricias y miedo,

Y en la aventura de su piel; supe por fin el color del hielo,

El sabor del fuego …

Aún suenan a veces las campanas de mi angustia,

Y el sonido de mi remordimiento, magnificado por el poder de mi furia,

Dear Gallaxy Eyes, te evoco, y me condeno…

Ojos de ámbar, estaba loca, una plegaria y un alivio sincero,

No nombraré su detestable memoria…

Niphredhil; sus ojos verde esmeralda,

Tan capaz de salvarme la vida, sin prisas por la distancia que aplasta,

O de hacer pedazos mi rostro con sus pequeñas manos dulces…

Tenshi, un murmullo de lo que nunca ha sido, una mano sencilla, calurosa y amable,

Que me ha sacado del hueco mas de una vez en la vida…

Hay veces en que las palabras portan algo mas que dolor y pena…

Luriel, del agua, de cristal cantarino y acero afilado,

Otra pena, y un suspiro,

Otro perdón desdeñoso y eterno, una batalla entre mi inmadurez demencial y su asesina demencia, no me arrepiento, solo duelen las cicatrices…

Ioret , mejor callo, no arrojo ese conjuro al fuego, aun pesa en mi frente el baldón de lo proscrito, aun llevo en mis labios todo lo que no debi haber escrito…

No son tantas, caben todas en mis manos, (Por lo menos su recuerdo)

Y se escapan, sin que yo haga nada para detenerles,

Por que no quiero, por que para eso las evoco,

Y con la premura de un recuerdo que muere,

Sepulto el pasado y prosigo…

Con la genuina certeza de que han logrado,

Llevarme con prisa, dejando algo de mi piel en el camino

Justo a esta parada de rosas y brisa paciente…

No hablo aquí de esta flor, que esta grabada con fuego en lo mas intimo y puro que resta de mi alma muerta,

Ella es un presente al que le escribo una eternidad,

Ella es un tranaquilo momento de memoria,

Surcado a veces por hielo, para retornar con fuerza y aliento…

En este momento de recuerdos, esta memoria,

Da un tranquilo repaso al libro incierto que ha sido mi vida…

¡!Aconitum Mashiara!!

Umbra…

Vitae

Los cortejados por la muerte,

Tienen un aire de soledad inconfundible...

Y aquel que sabe con certeza, lo inevitable

De su suerte, suele vivir tejiendo armonías

Que roba con sangre de un destino inexpugnable...

Aquel que sienta, el invisible apremio del final de todos los cuentos,

Bien haría en sonreír y afrontar con el valor carcomido

La cercanía de la lluvia, el sabor y olor de la tormenta.

Hay seres, y hombres, que merecerían el derecho sagrado

De abandonarse a la fatídica desesperanza; solo ellos, entre todos; saben lo que es estar realmente vivo...

De igual manera que solo a aquel que agobia el rugido del hambre,

Conoce en verdad lo que es tener el alma llena y el corazón muerto.

Solo aquellos, acechados sin piedad por la demencia;

Saben la fragilidad de la existencia,

Y solo el que ha besado a la muerte, y llorado;

Por la decadencia de todos los sueños,

Puede atreverse a descifrar el mensaje oculto

Por el bramido del odio.

Y; para desgracia de todos los que se precian de bondadosos, y puros, para escarnio de los hipócritas, que no se han manchado las manos

Con un crimen inconfesable,

Y mil vergüenzas vulgares, y mil blasfemias inciertas...

Solo aquel que camina; aspirando con fruición los

Efluvios de la ira, con un pie en el abismo

Y un adiós sangrante y guerrero,

Puede decir con honor que ha vivido...

Sariel Rofocale

Gritos...

Yo grito; para poder caminar;

Y sueño, para agotar mi demencia,

Raspando mi piel contra las piedras del camino...

Yo sueño, para confirmar que estoy vivo,

Y miento; para ganarle a la vida,

Otro boleto a la tragedia,

Otra ilusión y otro camino...

Río, bendecido con la prisa, entre recuerdos añejos,

De mi conciencia y, el ruido,

Y expulso de mi la angustia, para ser vencido por el frío.

Yo me condeno a este infierno, con audacia y premura,

Para poder anunciarle al muro,

Que yo existo, que respiro, y que al parecer no me he rendido...

Y gritaré esta tarde; y todas las que me resten de vida,

Los viejos y nuevos conjuros; ante la horrenda sinfonía

De gritos que penan conmigo...

Escupo al aire mi rabia, evoco un pedestal para aplacar mi odio,

Y pierdo de nuevo,

Y me juego la cordura,

Con ojos cerrados y ruegos,

Con el rostro desfigurado por la alegría,

Cada momento, cada asalto a la intimidad de cielo,

Me cuesta una lágrima penosa,

Sangrada por mi alma sucia y descontenta.

Yo grito, para decir que ¡Me desprecio!

Y quiero seguir viviendo,

Por que el camino es incierto, y hace mucho que perdí el rumbo

Que me marcaba la pureza.

Sariel Rofocale

Gente... De la trilogía, historia de gente, historias comunes...

Gente extraña, rostro, cuerpo,

Que van nadando sin percatarse, de quienes

Alcanzó la torre,

De quienes arrojó la vida

A quienes busca la muerte,

Perseguidos por la nada…

Los que dormitan, sin miedo, en el leviatán atávico y triste

Quienes ingnoran que existo,

Los compasivos, los repugnantes,

Los indolentes de siempre,

Quienes perdieron el alma,

O quienes están por venderla…

Aquellos con un espasmo, en vez de voluntad violada,

Aquellos con furia y rabia, en vez de corazon animoso,

Los maltratados por la niebla que adorna este camino siniestro,

Los que sueñan los que sufren, los que se matan sin pena,

Para ser destrozados por la lluvía

Que a la larga todo lo ciega…

Los que ingieren en silencio,

El veneno inevitable que acompaña cada sueño,

Los que cantamos con prisa, al final de cada historia,

Para quienes el murmullo de las olas

Arrastra consigo una condena inmerecida…

El que ladra con cinismo, aún al sol amarillo y yerto.

El que se odia a sí mismo,

Con pesaroso empeño quien habita en estas cuevas

En donde la tortura le doblega.

Los que combaten al cielo, con el estigma del pensamiento

O el que se rinde ante el hielo de un inferno maledicente…

El que desangra su grito, ¡Yo existo!

Alzando los puños al viento,

Retando a un desigual duelo, al hacedor de lo simple,

Contra corrientes de tierra dolor y vacío…

Quien baila tranquilo y triste, la melodía de la muerte,

Y corteja a la dama de las sombras con empeñado asombro de sí mismo,

Y se juega el todo y nada, apostando su alma pulsante y herida…

El que sueña la pesadilla del hierro, y trenza con amapolas violetas,

Una cárcel para su destino…

Mientras, confundido por la luna es agobiado por sus vicios.

La que espera impaciente, la perdición de su sino,

Y con oraciones enfermas, quiere cambiar el temor

Que crece y surge en su vientre,

Por amuletos de sombra

Que le amparen del tiempo que la engaña, de la voluntad que le ha perdido…

Quien nos calumnia, al que mentimos,

Toda ilusión que martilleamos con firme pulso violento…

Lo que perdimos, lo que ganamos,

Quienes dormimos, quienes buscamos en esta inútil pesadilla de gentes extrañas…

Todo afán carece de culpa, y toda culpa,

Es por derecho propio, un veneno…

Umbra

sábado, 10 de mayo de 2008

Aconitum...


Pasas, pasa tu voz y tu vida, y me dejas tan solo tu calor en la almohada;
y mil noches mas absurdas que esta, para recordarte y anhelarte de vuelta...
Y todo pasa por que te amo... Y la sencillez y contundencia de esa verdad no cesa
de sorprenderme cada dia que paso sobre esta tierra...
El viento me susurra tu nombre, y lleva mis besos hasta tus labios...
Te lleva mi paciencia y mi horrenda necesidad de ti...
Baccio Fortissimo Meo caro amore...
Sos vos .. Sabes???
Y te adoro!!!!

viernes, 9 de mayo de 2008

Dados....

Dados ruedan,
y cuchillas sin filo le arrancan a un alma,
pedazos inexistentes por derecho propio.
Hay quienes ganan con los dientes, el derecho sagrado a morir de pie...
Insinuando una sonrisa;
pero subsistir sentados no es deshonrra;
y manchar tu aliento con la mentira,
no es probablemente menos digno que limpiarte las manos
con la sangre de un inocente...

Sariel Rofocale

Night Falls

La sangre exige venganza;
una ejecución;
la infinita tortura de la torre del cuervo;
el aleteo de los reptiles del cielo;
durmiendo la aurora con el llanto de míl vírgenes...

El fuego rugiente, el veneno,
la caída del sol por una noche y tres días;
la podredumbre en lo más intimo de una espina;
será cortada con el filo terrible que proviene del hielo...

Marcharan las voces a una muerte anunciada,
y el pavor de su alma escapa en dolidos suspiros;
piedad; para un mundo que se rompe en pedazos...

Quien quede después de narrada esta historia,
sepa que el agua siempre sabrá a veneno,
y el peso del pasado, mas grande que el niverso,
ha de mojar sus días con el sabor de las lágrimas...

Sariel Rofocale

jueves, 1 de mayo de 2008

Whispering Voices

"le toque un muslo, y la muerte me sonrió"
Jim Morrison (Una plegaria americana)

En los avatares del sueño,
se encuentra oculta, una peligrosa mistificación de la muerte.
Todo hombre, mujer, niño, todo árbol y
cada piedra;
corren el riesgo de cerrar los ojos; y no regresar jamás...
Me pregunto; en esta tarde cansada; tan áustera de voluntad,
tan llena de gritos horribles; de niños, aún mas abyectos;
¿Que es lo que sueña el árblol;
cuando es abatido por la piedra?
¿En que idioma reza un torturado;
con una estaca en la garganta o
que plegaria eleva un angel
devorado por cucarachas?...
Yo, que pregunto; nadie, nadie responde...
un suspiro, tres voces, el dolor en mi cuerpo...
las mujeres, las putas, los insectos, el silencio...
siempre tan deforme, mas deforme que mis dedos,
o la arrugada piel de las palomas muertas...

Una inquietud, me destroza la espalda;
me atraviesa el cuello con su acristalada impaciencia;
¿Por que espero? ¿Para que escribo?
Por que domeño mi rabia, si bien cansada y sangrante
para empuñar con mis uñas estas palabras retorcidas, palpitantes...

Yo escribo, Yo sueño, Yo decido... Que esto, !Es un incordio!
Pero es bueno tomar de nuevo, el camino de estas letras dormidas...
Sariel Rofocale...