Yo grito; para poder caminar;
Y sueño, para agotar mi demencia,
Raspando mi piel contra las piedras del camino...
Yo sueño, para confirmar que estoy vivo,
Y miento; para ganarle a la vida,
Otro boleto a la tragedia,
Otra ilusión y otro camino...
Río, bendecido con la prisa, entre recuerdos añejos,
De mi conciencia y, el ruido,
Y expulso de mi la angustia, para ser vencido por el frío.
Yo me condeno a este infierno, con audacia y premura,
Para poder anunciarle al muro,
Que yo existo, que respiro, y que al parecer no me he rendido...
Y gritaré esta tarde; y todas las que me resten de vida,
Los viejos y nuevos conjuros; ante la horrenda sinfonía
De gritos que penan conmigo...
Escupo al aire mi rabia, evoco un pedestal para aplacar mi odio,
Y pierdo de nuevo,
Y me juego la cordura,
Con ojos cerrados y ruegos,
Con el rostro desfigurado por la alegría,
Cada momento, cada asalto a la intimidad de cielo,
Me cuesta una lágrima penosa,
Sangrada por mi alma sucia y descontenta.
Yo grito, para decir que ¡Me desprecio!
Y quiero seguir viviendo,
Por que el camino es incierto, y hace mucho que perdí el rumbo
Que me marcaba la pureza.
Sariel Rofocale
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