Los cortejados por la muerte,
Tienen un aire de soledad inconfundible...
Y aquel que sabe con certeza, lo inevitable
De su suerte, suele vivir tejiendo armonías
Que roba con sangre de un destino inexpugnable...
Aquel que sienta, el invisible apremio del final de todos los cuentos,
Bien haría en sonreír y afrontar con el valor carcomido
La cercanía de la lluvia, el sabor y olor de la tormenta.
Hay seres, y hombres, que merecerían el derecho sagrado
De abandonarse a la fatídica desesperanza; solo ellos, entre todos; saben lo que es estar realmente vivo...
De igual manera que solo a aquel que agobia el rugido del hambre,
Conoce en verdad lo que es tener el alma llena y el corazón muerto.
Solo aquellos, acechados sin piedad por la demencia;
Saben la fragilidad de la existencia,
Y solo el que ha besado a la muerte, y llorado;
Por la decadencia de todos los sueños,
Puede atreverse a descifrar el mensaje oculto
Por el bramido del odio.
Y; para desgracia de todos los que se precian de bondadosos, y puros, para escarnio de los hipócritas, que no se han manchado las manos
Con un crimen inconfesable,
Y mil vergüenzas vulgares, y mil blasfemias inciertas...
Solo aquel que camina; aspirando con fruición los
Efluvios de la ira, con un pie en el abismo
Y un adiós sangrante y guerrero,
Puede decir con honor que ha vivido...
Sariel Rofocale
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