Gente extraña, rostro, cuerpo,
Que van nadando sin percatarse, de quienes
Alcanzó la torre,
De quienes arrojó la vida
A quienes busca la muerte,
Perseguidos por la nada…
Los que dormitan, sin miedo, en el leviatán atávico y triste
Quienes ingnoran que existo,
Los compasivos, los repugnantes,
Los indolentes de siempre,
Quienes perdieron el alma,
O quienes están por venderla…
Aquellos con un espasmo, en vez de voluntad violada,
Aquellos con furia y rabia, en vez de corazon animoso,
Los maltratados por la niebla que adorna este camino siniestro,
Los que sueñan los que sufren, los que se matan sin pena,
Para ser destrozados por la lluvía
Que a la larga todo lo ciega…
Los que ingieren en silencio,
El veneno inevitable que acompaña cada sueño,
Los que cantamos con prisa, al final de cada historia,
Para quienes el murmullo de las olas
Arrastra consigo una condena inmerecida…
El que ladra con cinismo, aún al sol amarillo y yerto.
El que se odia a sí mismo,
Con pesaroso empeño quien habita en estas cuevas
En donde la tortura le doblega.
Los que combaten al cielo, con el estigma del pensamiento
O el que se rinde ante el hielo de un inferno maledicente…
El que desangra su grito, ¡Yo existo!
Alzando los puños al viento,
Retando a un desigual duelo, al hacedor de lo simple,
Contra corrientes de tierra dolor y vacío…
Quien baila tranquilo y triste, la melodía de la muerte,
Y corteja a la dama de las sombras con empeñado asombro de sí mismo,
Y se juega el todo y nada, apostando su alma pulsante y herida…
El que sueña la pesadilla del hierro, y trenza con amapolas violetas,
Una cárcel para su destino…
Mientras, confundido por la luna es agobiado por sus vicios.
La que espera impaciente, la perdición de su sino,
Y con oraciones enfermas, quiere cambiar el temor
Que crece y surge en su vientre,
Por amuletos de sombra
Que le amparen del tiempo que la engaña, de la voluntad que le ha perdido…
Quien nos calumnia, al que mentimos,
Toda ilusión que martilleamos con firme pulso violento…
Lo que perdimos, lo que ganamos,
Quienes dormimos, quienes buscamos en esta inútil pesadilla de gentes extrañas…
Todo afán carece de culpa, y toda culpa,
Es por derecho propio, un veneno…
Umbra
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