sábado, 5 de diciembre de 2009

Me perturba pensar q no soy el primero;
antes de mí, otros habrán hollado esta piedra...
Tanto a ellos, como a mí,
nos ha sido vedado el conocimiento futuro,
solo nos resta la especulación... El trueno sonreía...

Sariel Rofocale

viernes, 4 de diciembre de 2009

Tempus # quien sabe cuantos....

Solo se mueve, volátil,
no se lleva mi rabia, parece burlarse de mi pena...
Donde anidaban palabras dulces, de primorosa memoria,
se emponzoña mi saliva, se llena de odio mi carne...
!Muerte! Gritan mis tumularios...
Y anhelo arrasar, quemar, violar, volar... Lo que sea, siempre que envuelva en sangre mis manos...

Un demonio camina hoy sobre mi tumba... no puedo pensar con claridad.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Noviembre....

Quien se oculta????

Brumas del viento... Cinco años han pasado... podeis creerlo???
donce estan el jinete y su corcel, donde el tañido del cuerno que llamaba a la ciudadela???
donde estais???
Uriel, Gabrielle, aradya, donde estan los que se han ido?...
me haceis falta en este exilio que ya ha durado demasiado...
Alguna vez esas manos fueron algo mas que las prostitutas de uan risa ajena... mi risa ha volado de nuevo... sin mi permiso...

no me atrevo a retroceder el tiempo... ni anhelo volver a cometer los mismo errores por los que hoy estoy vagando en este infierno....
Arles ha muerto....
Cuanto lo extraño... cuanta falta me hace ese pequeño bastardo...

Mi alma por recuperar mis dedos de plata!!!!!!!

Umbra di fiori....
Sariel rofocale...

jueves, 13 de agosto de 2009

Agosto


Había viento, como todas las tardes de cada agosto en mi vida… Y un millar de pájaros de papel y plástico, surcaban temerarios la inmensidad del cielo de esa niñez que he perdido…
Recuerdo el esfuerzo, la tenacidad (siempre conmovedora en un niño de pocos años) con la que me empeñé en crear de mi propia imaginación y con mi solitario esfuerzo, aquella pequeña cometa de bolsas de basura… Era transparente… Y su estructura algo imperfecta, un poco tosca, pero en mi orgullo, perfecta…
Tenía una larga cola hecha con sábanas y medias viejas, y una variada colección de lazos y cuerdas, que con paciente parsimonia había logrado rescatar de la casa vieja en el campo… Es sorprendentemente difícil conseguir cuerda cuando tienes 7 u 8 años, y me parecía absurdo explicar algo tan evidente como mi necesidad de volar...
Me pregunto si acaso, en mi larvaria mente, no sentía ya la necesidad de escapar por cualquier medio del mundo que me rodeaba.

Precisamente y para ese día me había vestido con lo mejor que tenía (No recuerdo que era, pero para momentos tan simples y mágicos siempre he hecho lo mismo) que no era nuevo, sin comer y sin dar mayores explicaciones, emprendí el camino que según recuerdo era y sigue siendo muy largo… Camine bastante… Y llegué al pueblo con mi magnífica ave cuidadosamente envuelta y protegida en papel periódico… Sin perder tiempo me dirigí al estadio, un armatoste peligroso para cualquiera que no tuviese mi edad, avejentado y caduco como siempre ha sido toda estructura y persona en esa ciudad, lleno de jóvenes y adultos que como yo, soñaban con volar, si bien, en mejores aves que la mía, de lo cual no tardaría en darme cuenta…

Busqué el lugar mas alejado de la entrada y los demás, tenía la certeza de que la magnificencia (Aunque en ese entonces no tenía ni la menor idea del significado de la palabra) de mi ave despertaría la envidia asesina de mis congéneres… Desenvolví amorosamente mi paquete y me dispuse a esperar la primera ráfaga de viento, era consciente del desmedido peso de mi cometa y había planeado meticulosamente ese momento… Al cabo de unos instantes, casi sin quererlo, un embate de brisa levantó perezosamente a mi pesada creación, elevándola mas allá de lo que en mis alocadas fantasías de la noche anterior pude haber esperado. Alzó vuelo y bien pronto agotó las escasas reservas de cuerda que poseía, pero debo decir en justicia, que en ningún momento corcoveó como suelen hacerlo esas cometas prostitutas que puedes comprar por una nadería en cualquier tienda de esquina… Al contrario, majestuosa, planeó sobre mi cabeza sin moverse ni un centímetro más de lo que yo quería… Voló sobre un tiempo interminable, incontable la verdad, éramos un solo individuo mi ave y yo… Y mientras ella sobrevolaba el césped mal cuidado y enfermizo del estadio, no me era difícil (Supongo ahora) sentirme allá arriba, sobre la grupa de un ave mitológica, por encima de la miseria de la que escapaba, por encima de la miseria espiritual (Ya entonces sentía eso) de la humanidad que me rodeaba… Mas puro de lo que nunca llegaré a sentirme en la vida…
Mas llega el momento en que agosto, con todas sus promesas de viento se convierte en tu enemigo… De un instante a otro la brisa cesó de inmediato y mi pesada ave empezó a decaer, imparable… Yo, que me afanaba recogiendo cuerda, la animaba con mis escasos gritos pero ya la tragedia se había marcado, mi ave, mi hermosa cometa hija de mis manos tímidas y frágiles, tejía con breves espasmos su aparatoso final contra el suelo… Más, también es justo decirlo, incluso en su agonía, logró estrellarse con una gracia y armonía que yo entonces no alcanzaba a comprender (Y es que entonces no sabía que al igual que un comienzo, también los hombres y las cosas son capaces de grandes finales).
Un revoltijo de maderas, plástico y tela fue lo único que quedó de mi cometa, eso y una pequeña e insignificante nube de polvo en el centro de la cancha… De alguna manera alcancé a comprender lo irreversible del accidente, y llorando con una rabia e impotencia hasta entonces desconocidas para mí, me precipité junto a ella, recogiendo con ternura sus miembros destrozados, casi esperando que como yo, sangrara, cuando caía de los árboles o de mi propia cama…

Poco tiempo duró el funeral de mi ave, mal presagio era ese en efecto… De mi llanto mudo me sacó la corta y casi cortés risa de los que me rodeaban… Cuando alcé los ojos vi un desprecio y una lástima hacia mi ave, hacia mí, que jamás había visto en los ojos de nadie…
Con un doloroso golpe, ese agosto me enseñó que en efecto mi ave era miserable (Por más que hubiese sido parida por mis manos), que mis mejores ropas no eran peores y más dignas de lástima que las de los mendigos que veíamos en casa cada domingo (Algo que no ha mejorado hasta hora, mucho me temo)… Pero, lo que en verdad acabó de un solo corte algo que hoy todavía no alcanzo a definir (pero que tenía la intimidad gloriosa del agua y la serena luz de las rosas recién abiertas) fue la repentina revelación que me asqueará hasta el final de mis días en esta tierra podrida y mediocre… Que las cometas, al igual que los sueños, al igual que todo en este pedazo de universo, solo pueden volar si son objetos mediocres, prostitutas compradas en cualquier tienda de esquina…

Sariel Rofocale

Sencillamente, estoy cansado...

Me doy cuenta de la razón íntima de mi mal, que no tiene nombre traducible, que es más una sensación, una carencia de todo y de nada, una ausencia de todo, y de mi mismo…
Estoy muriéndome por dentro… Me seco, me agrieto… Me extingo al mismo ritmo que mis letras, antes profusas y florecientes, hoy grises, sin vida, apáticas y furiosas…
Ya no hay valor que me anime, estoy solo, solo… Abandonado a mi propia suerte, y por mis propios errores condenado…
Ya ni el pasado alcanza a hacer un eco en mis dedos…
El juglar muere cuando se seca la fuente de su magia, cuando es incapaz de ser encontrado por la armonía, y se ve precisado a recordarla y empañarla contra el papel, como un fantasma…
¿Sencillamente? ¿En verdad solo es cansancio?
Mañana no me buscará el sol amarillo y abyecto que todos los hombres ilumina (De hecho, nunca me ha buscado) y carezco del valor o la voluntad suficiente para intentar al menos, hallar una razón que lo explico…
¿De que sirve vivir, si no puedo conjurar universos?
Que me lleve esta noche la muerte, si no guarda para mí nada mas que un papel en blanco, que me atormente para siempre la nada, si voy a vivir sin poder escuchar las voces que antes me traía el viento…

Sariel Rofocale
Ad portas…

sábado, 8 de agosto de 2009

Silencios

EL silencio es más triste cuando no existen voces con las que matarlo…
Más opresivo cuando sin cesar te encuentras, un poco mas allá de la redención del grito…
Es dolorosamente cierto que cada momento de magia, es precedido por la eternidad... incontables instantes de agónico aburrimiento…
Si acaso alguien pudiese encontrar la manera mas certera de salvarse a sí mismo, sin la penosa necesidad de morir en el intento… ¿No es acaso por todos sabido, que los redentores son caducos e innecesarios en esta era de fantasmas?
¿Como puede el poeta sobrecogerse ante la inmensidad de un papel en blanco?
Pero volvamos al silencio, y su aterradora simpleza, su poderosa garra desfigurando sin piedad el signo antes de que este se dé a luz a sí mismo…
Ese silencio que se adentra implacable dentro de cada ser vivo… Hasta que ya todo, y todos, son antes que nada un silencio enorme, agresivo, posesivo y celoso, que se disfraza sin la menor vergüenza de ruido…
Este silencio,
Este silencio por el que violaría mis manos con el filo amable y preferible de la muerte…

Sariel Rofocale…

Siniestro Payaso II



Siniestro payaso, que acechas al amparo de esta risa,
Aguardando paciente el momento preciso de mi debilidad, para,
Destrozarme el alma de un zarpazo…
Orgulloso depositario de todos mis sueños rotos…
Obstinado recolector de versos partidos y avejentados…
Cazador del sonido de la piedra reventando almas,
En momentos mucho mas inoportunos que este…
Hereje de la risa, insomne vagabundo de todo sueño…
Pesadilla hecha carne, único testigo de los cadáveres que la fé deja plantados en el cielo…
Constructor de palacios, fénix renacido en el sol de esta desgracia…
Nadie como tú para gritar en el mundo,
Para hacer temblar de vergüenza la mohosa piedra del buen decir…
Edifícame un refugio en el sol, para poder renacer de el, sin sentir su calor…

Sariel Rofocale…

sábado, 6 de junio de 2009

Babilonia Rouge

Y llegué tan alto, que hasta la más leve brisa bastaba para aterrorizarme…

La ciudad me guarda sus puñales, con cariño y abandono,

Negro concreto que llama desde horcas brillantes

Ciega la fe de la hormiga,

Recogiendo sudor afanosa y simple;

Cuanta inocencia desde la altura,

Cuantos demonios disfrazados de insectos,

Gasterópodos, cronopios del averno,

Esperanzas marchitas, abrigadas con cartón y periódico…

Negras las nubes que vomitan veneno,

Féretros varios, in movimento,

Carcomiendo febriles las entrañas de este campo para nada santo…

Ciudad puta, Babilonia triste y en exceso maquillada,

Tus aterradores sonidos me limpian y laceran el alma,

Tus fantasmas vigilantes en las frías cúpulas,

Se disfrazan de cenizas,

Vagos, tenues escarabajos que retumban y entrechocan metales…

Hasta estas alturas me llega el olor de tus vicios;

Desde estas alturas te escupo con envidia,

Ciudad miedo, ciudad sueño, libidinosa y profunda,

Cuanto anhelo ser parte íntima de tus pesadillas…

Sariel Rofocale

Genealogias de la demencia


A veces me lo encuentro en la plaza, durante el ritual del mercado semanal, hastiado del olor a vegetales y muchedumbre, y con la espalda unos años más cerca de la invalidez.
Camina encorvado, lleva un gran peso, pero parece que aun le restan ascuas para retar con su mirada al mundo. A veces con su botellita de pegante, a veces con un cigarrillo medio apagado. A veces solo esta, allí, quieto, ensimismado, con una mueca neutra que puede significar cualquier cosa. Rodeado de comadres vociferantes, puestos de verduras y tomates restregados en el suelo.

A veces parece que el mismo es un tomate, una verdura cualquiera, insignificante, que alguien arrojó al suelo, que alguien arrastró hasta despellejar la piel y reventar el contenido, para olvidarla después… O sonríe, pero nadie atiende, si lo hiciesen, de cualquier forma, no podría engañarlos. Lo mismo podría estar alegre, o trabado, pensando en las burbujas de la comida que se pudre, lo mismo podría estar muriendo allí, tirado, ignorado hasta por el mismo.

Es flaco, menudo, como hecho de fibras. Últimamente lo he visto cojear… ¿Qué le habrá pasado? No hay sangre en su ropa… ¿Quién sabe? Este pequeño pueblo tiene también un lado sórdido, y él esta hundido hasta el fondo del lodazal. No hace falta mencionar que a nadie le importa que salga. (Ni siquiera a mi, soy más despreciable que el prójimo, que tiene la feliz disculpa de la ignorancia)
Lo conocí cuando era un recién graduado, ¿Saben? Había fuego en sus ojos, y relámpago en sus palabras, cuando yo no era nada más que un mocoso, apenas estrenado en el campo de batalla de la academia, claro que en ese entonces no había en sus ojos ese brillo de amargura entremezclado con orgullo, ese que tiene alguien que sabe que esta jodido, que nunca llegó su turno, que su tren ni siquiera alcanzó a salir, y que se va a morir así, tal cual, delirando, repleto de bazuco o pegante, recogiendo sobras de los puestos de comidas, matándose en construcciones, trasteos, por mil o dos mil para la próxima botellita, la próxima papeleta. Los condenados no tienen memoria, eso al menos podría decirme, si yo me atreviese a preguntarle. Me diría también que este no es un lugar maldito, yo, la verdad, no podría creerle.

Dicen muchas cosas, que le vendió el alma al diablo, (Por increíble que parezca, aún hay gente que se excusa con eso) que lo jodió el vicio, que está enfermo, que se está muriendo, (En eso al menos tiene razón) que lo dejó una novia de toda la vida y se volvió loco. Loco… Sobre todo le dicen loco, ¿Y por que no? Si todos tenemos ese derecho… Pero yo no lo creo, los locos no tienen esa certeza en los ojos, en la actitud y en los gestos. Ese reconocimiento de la propia realidad, esa tristeza infinita, del que ve como se ahoga, esa impotencia. No, los locos han sido bendecidos con la inconsciencia.

Me atrevo a pensar que no vivirá mucho, es una secreta esperanza, que quizás esté emparentada muy de lejos con la piedad y la compasión, no me parece justo que alguien sufra tanto, no me parece justo que un hombre cargue ese fardo tan pesado, durante mucho tiempo. A veces me sorprende el fugaz pensamiento de su muerte, en uno de estos amaneceres rotos. Que los locos y los mendigos vivan tanto es una muestra indiscutible del macabro sentido del humor de los dioses. Me consuela, (La verdad es que no me importa, pero si pudiese describirlo, esta sensación sería algo muy parecido al consuelo) pensar que la crueldad de estas calles a veces puede ser también útil, para aquellos que han perdido toda esperanza. Si de repente, lo perdiese todo, esa sería la solución que buscaría…

Creo que todos vivimos siempre a un paso de ese momento, que la alienación nos ronda a todos, es paciente, no tiene mayor afán, nacimos destinados a sus garras, es tan segura como la muerte. Solo espera un leve cambio, un pequeño desajuste, par tomar partido, irrumpir en nuestra vida, rompiendo toda esperanza y lucidez, acabando, deshojando, deshaciéndonos para luego vomitarnos, escupirnos al foso, con desdén, sin tragedia, yo diría que mas bien con una indefinible sensación de risa, una comedia barata que me hiela las entrañas por lo inevitable de su aparición… No se por que, la desgracia, la verdadera desgracia, se parece a un chiste flojo, algo contado en un bus, escrito en un baño, en la pared de un meadero cualquiera de la ciudad.

Lo encuentro a veces, en la plaza, por el parque, o en una callejuela, siempre medio perdido, medio escapado, a mitad de camino entre el vicio y la pureza, entre la tragedia y el mismo chiste flojo, entre la honestidad y el crimen, entre el dolor y la alegría… Me sorprende, no lo niego, me sorprende muy a menudo, encontrarle a veces, y sentir ese innegable parecido entre los dos…

Sariel Rofocale

Destinación


Contadas veces, entre los espacios que nos deja el tiempo…

La vió, por primera vez un domingo, en la feria. Avanzaba de prisa, moviéndose entre los minúsculos y abigarrados tenderetes de telas y bisoutterie, sin que se pareciese a una visión, pero con un empeño evidente al medir cada paso, cauteloso, franqueando con pericia y atrevimiento los abismos inexistentes del asfalto, casi gloriosa, en su valentía imaginaria.

Sin duda, fue eso lo que hizo más apremiante la necesidad de contárselo.

Pero, como suele ocurrir con las personas que esquivan abismos que no existen, desde luego con una valentía que tiene mucho de fábula y poco de fondo, ella se movió con una rapidez inimaginable, mucho mas de prisa que la intención de atarla con una mirada… Lógicamente, la chica desapareció, y allí habría terminado todo, si no fuera por la sensación de vacio que le lleno de repente, y que no remitió ni siquiera cuando, al día siguiente, la volvió a ver, repitiendo el ritual de su movimiento, la misma cautela, la misma prisa, la misma valentía imaginaria, sino hasta que se fijó en la pequeña maleta de ruedas (Buscando un taxi al aeropuerto, pienso que pensó) que arrastraba.
Sintió de repente esa imperiosa necesidad de gritárselo en la cara hasta que le estallara esa verdad en los ojos (O en sus oídos, quien sabe), hasta que la garganta se le secara en el cuello, hasta que la mano con la que la aferraría triturara su hombro… Y justo cuando su cuerpo iniciaba esa rotación salvaje que augura la carrera desesperada del que salva una vida, siguiendo el pronóstico (El augurio de un Dios, que se yo) ella encontró un taxi que la difuminó entre la caudalosa avenida.

La esperó durante varios días, hasta que estos, convertidos en meses, y luego en años, se encargaron de borrarla, y por supuesto, traérsela de nuevo, a los cansados días de su ancianidad. Y en medio de ese naufragio, la reconoció sin piedad por ese mismo modo de caminar precavido. Siendo arrastrada por una cohorte de niños salvajes, deformada para siempre su mirada por los pesares, la tragedia, el miedo y las alegrías de tantos años transcurridos…

Supo entonces, (Y le pesó amargo el corazón) que ya era demasiado tarde, incluso en el mismo instante en el que a ella la dejó el avión para volverla a poner, años mas tarde en el ocaso de su vida.

Sariel Rofocale

viernes, 29 de mayo de 2009

(…) Desafinados Solitarios

Algo nos rescata de la arbitrariedad, la común sospecha de que el universo podría no ser como lo imaginamos, que el tiempo no es sino una materia untuosa como la mermelada y que somos los mitos de minotauros y unicornios que se niega a aceptar la realidad.
Un pueblo subterráneo, instalado como un moho sutil en la comodidad de la historia que ha venido dando testimonios en torno a estas materias vertiginosas. A esta familia de sospechadores del cosmos, de contrabandistas metidos de perfil en la cultura, de incómodos hurgadores del dedo en la llaga, a esta familia de piedritas en el zapato, idiotas de la casa, aguafiestas, a esta repelente tribu de músicos desaliñados, de incordantes vocacionales, de resfríos de verano, pertenecemos nosotros.

¿Para que necesitaba el triunfal cristianismo post-Paulino, los eones gnósticos y el orden de la Eneada?
¿Qué falta le hacían los Cataros a la edad media? ¿Quién le dio vela a Jonathan Swift en el entierro de Cromwell? ¿Qué necesidad tenía la literatura infantil de la perfidia de Carrol?
(ES DECIR, ¿Y SI EN VERDAD ALICIA ES UNA PROSTITUTA DROGADA EN UN BAR DE LA TERCERA AVENIDA?)

Preguntas que jamás tendrán respuestas, los cronopios existen, como los imprevistos metereológicos, como los eclipses diurnos de luna (Que si no se pueden ver para que mierda se producen), como los empecinados Celacántidos (¿Qué coño es eso?) que ya deberían estar muertos desde el cretáceo (Todos deberíamos estar muertos desde el cretáceo, desde que nacemos) y sin embargo somos como una infiltración de la naturaleza en la cultura, el pensamiento pre-lógico en las computadoras, de la solidaridad en el orden, del estornudo en la solemnidad.

Intuitivos, desmañados, cándidos como serpientes y astutos como palomas, remolones, indecisos, afables, haraganes, un poco estúpidos, terriblemente inoportunos, estamos ahí, tocando las desafinadas cornetas que alteran el sueño de los justos, riendo como tontos y, en resumen, haciendo irritar hasta el crujir de dientes a quienes no pertenezcan a la tribu de desafinados solitarios…

Autor desconocido.
Recopilado por Sariel Rofocale


Celacantido: Celacantiformes – Orden de peces osteíctios crosopterígios que comprende gran número de especies fósiles, sobre todo en el carbonífero y el pérmico y un único representante viviente, el celacanto. (Espinas vacías)
Diccionario Enciclopédico Salvat. Vol. 3

Días sin humo

No hay mucho que decir de los días sin humo…
Son tan aburridos e inútiles como los demás, no hay diferencia…
Por lo menos no una mayor que la exacerbada percepción del mundo.
Un sediento que escucha las levísimas notas del agua entre las rocas, quizá, mas no es esa la comparación que tenía en mente. Por que escucho las rocas, y su tintineo contra el agua (O viceversa) pero no es mayor la angustia que me produce. Lo que pasa con el que ha bebido (Algún líquido, se sobreentiende), es que no está sediento. Así de simple, ya que cuando ha bebido lo suficiente, es por completo ajeno a la magia y añoranza del agua inalcanzable. Digamos para que me entiendan que el tal sediento se halla en la última fase de deshidratación, rozando el delirio y ad portas de morirse (Que no es un estado en el que uno desearía encontrarse, y que aún sigue siendo exagerado para describir a los días sin humo)…
En fin, los días sin humo no se diferencian de los demás, por que siguen siendo días, ya saben, 24 horas, hay sol, chubascos, repentinas oleadas de calor en las que la gente se ahoga dentro de sus propias chaquetas, lamentando haberlas cargado en la mañana, o al contrario, repentinas oleadas de frío que llena de escarcha los prados y agrieta los labios con estallidos silenciosos y sangrientos, a duras penas contenidos por el Sharp Stick, la crema de limón, y la manteca de cacao.
Cosas por el estilo. Es posible, altamente probable, que el problema no radique en la ausencia del humo. Sino en la pérdida de ese estado de certeza del final inevitable. Es casi beatífica, gloriosa, la coherencia, la elegancia que se halla en el humo. No puedo menos que pensar en la extraña seguridad que este nos otorga. Como si pudiésemos gritar ¡SI! Henos aquí, mientras e humo nos asesina. Y ello justificase todo, todo. Lo bueno, lo malo, y todo lo demás. Es eso, supongo, lo que también perturba en sobremanera estos días.
La reestructuración de los rituales. Tener que encontrar nuevas claves, otras formas de acceder a la información de las cosas simples. Tales ritos, que en algunos hombres y mujeres llegan a alcanzar la categoría de culto, son sin embargo esenciales para nosotros, ahora bien, no todos los que son gente del humo, son desafinados solitarios, como tu, o como yo, que escribo estas líneas, tanto para mi, como para ti.
En la gente del humo también hay mediocres, zoquetes, bastardos, cobardes, y un largísimo etcétera, como tu, o como yo, por que ¿Quién nos garantiza que no lo somos?

Por supuesto, que no se nos olvide hablar de la desorganización mental que produce su ausencia. Tan acostumbrados nos encontramos a funcionar con aquella fuerza extra, que de repente, todo toma un color simple, desafinado, irritante. Se equivocan, o mienten descaradamente, quienes aseguran que tras los días sin humo recuperas el gusto, o la fortaleza física. Au contrarie todo es más simple, todo es más lento, y todo, en definitiva, te sabe a tierra. Si, a la larga, tras unos cuantos meses, será sorprendente al subir las escaleras, gratificante incluso caminar una larga jornada sin sudar como un cerdo y necesitar de terapia respiratoria de emergencia. Pero el humo… ¡El humo! Ese es el punto, los días sin humo son irritantes, no sabes que hacer con las manos, por que falta algo entre tus dedos, hace falta el olor, el aroma rancio depositado en capas sucesivas sobre la ropa. El brillo amarillento sobre tus dedos, la fortaleza inexpugnable que te proporciona el hecho de ser una chimenea viviente.
Nada es tan bueno como para permitir que tales muros se derrumben. Nadie es tan bueno, si no es capaz de soportarlo. Si lo hace, bueno, esa es otra historia, y gracias a ella, en gran parte, es que comienzan los días sin humo. Por lo menos en mi caso.

Tendré que encontrar un nuevo valor, por que ya no me siento protegido sin mis clavos de ataúd. Y el peso de la angustia será peor a medida que lo necesite menos, mas encuentro maneras mas elegantes de superarlo (Exiliarme mucho más de lo necesario, por que… ¡Mierda! ¡Todos los que conozco son gente del humo!) que rumiar eternamente y como un imbécil pequeñas pastillas, lo siento por las farmacéuticas, (La verdad me importa una mierda, en estos días casi todo me importa una mierda) pero ahí es donde se equivocan. El problema con la gente del humo no es la nicotina.
¡Es el humo!
Pensadlo bien, tiene sentido, sobre todo si recordáis lo que antes he escrito. No es nada más sino el humo, esa serpiente plateada que amarillea nuestros dientes y dedos, que deposita olores rancios y agradables sobre nuestra ropa, que nos defiende de los curiosos, que nos hace ver mas torturados, mas elegantes, mas interesantes, y sobre todo, nos hace sentirnos inalcanzables, mas allá de nuestros evidentes defectos. ¡Por favor! La nicotina es solo un bonus track.
Pero bueno, pese a todo, siguen siendo días sin humo, con todo lo que implican, con todo lo que evitan. Preguntarse o no, sobre la utilidad de estos días, carece de importancia, como a la larga carece de razón pensar si viviremos más por esta causa. ¿Quien lo sabe a ciencia cierta?
¿En verdad, creéis que me importa?
Ya no será tan simple como decir, que no hay tabaco.
Pero, y a lo que va gran parte de esta gran parrafada, habrá que hacerlo. Espero lograrlo, y no acabar en ilusiones fallidas como casi todos los actos de los hombres. Así pues, se hace preciso decir, para terminar y encontrar otra cosa que hacer y en que pasar el tiempo…
Los días con humo eran una mierda… Pero ¡Joder! ¡Carajo!... ¡Como extrañaremos esos días!

Sariel Rofocale

viernes, 16 de enero de 2009

Retrato

Soy un detestable testigo de los días que corren,
un ignominioso cronista de personas y tragedias;
ejerciendo sin piedad la profesion del olvido,
agujereando atardeceres con mi rareza insomne...
Fiel escribano de la masacre que el tiempo hace en mi rostro,
incolume asesino de ilusiones y vicios, dador de palabras qye se escapana con el viento,
para morir en los oidos del infierno...

Heraldo de la inconstancia, constructor de impiedades;
hastiado postaestandarte del ejército del miedo;
dormido trovador, en los eriales del tedio...

Y, está escrito; que me enfrentaré a la vida, en incontables callejuelas mas,
y burlare a la muerte hasta el final del mar;
que perderé el amor una y otra vez;
que caerán mis amigos, presas de la tormenta, enamoradosm del mal,
y mi historia será una sola sombra, cicatrizada en mi piel ya insensible...

ingrato es el final que acompaña a los hombres; borroso es el destino que nos aguarda;
Una unica certeza me invade, cada tarde, una sola imagen, un
Deja vu arido y siniestro...
Una rosa mustia, roja, como el vino añejo, que resguarda mi pecho cuando duermo en mi tumba, depositada con odio por las cariñosas manos del demonio que me acompaña...

!!Salve Oh muerte,
que todo acabas;
con tu fría caricia y tu encendida mirada!!

Sariel Rofocale
Caballero del Olvido