No tembló ante la inmensidad del horror que le esperaba.
Tuvo miedo, es verdad; pero supo que temer estaba bien… Por que era un hombre y los hombres son pequeños…
Llevó el cuerno a sus labios y sopló con fuerza…
Por doquier estallaron los gritos y alaridos de la venganza,
La avalancha comenzó arrastrándolo con su rabia ciega,
Más allá del dolor, y del destino que a su tierra le aguardaba.
Sariel Rofocale
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