sábado, 9 de febrero de 2008

Dialogos

- Momento, momento; explíqueme eso por favor...
- Es muy simple; le dijo el anciano sacerdote al joven oyente. Debes dejar de lado todas tus pasiones, toda tu ira, todo tu convencimiento de inutilidad. La vida tiene un gran precio, el precio de la fé. Y es necesario pagarlo, honrando con toda nuestra alma y voluntad al divino y omnipotente hacedor de todo...
- Corriente, -repuso el jóven revolviendo el café- eso es hasta entendible; lo ininteligible es precisamente la diversidad de rituales que solo encaminan a una creencia irracional en la perfección de la norma religiosa... ¿Cómo podéis justificar aquello?
- No es simple, debes ser más sencillo para encontrar un significado mas profundo en las palabras del elegido. Debes ser, como él mismo, simple; liberarte de toda culpa y obligación, para poder matar los corruptos demonios de la lujuria, el pecado y la mentira que tienes en ti desde tu nacimiento...

El joven esperó unos segundos, mientras su interlocutor tomaba un generoso trago de café, y mientras encendía uno más de sus incontables cigarrillos del día, cayo en cuenta de lo inútil de su intento por entender a este hombre.

- ¿Ves? – Dijo el anciano- Todo consiste en la negación de las ilusiones materiales, para poder obtener la recompensa definitiva en el más allá...

- A ver si entendí – repuso el joven- , ¿Pretende usted hacerme creer que la felicidad es susceptible de alcanzarse al condenar el pecado innato de mi cuerpo y mi alma?
- En efecto- dijo el anciano-.
- ¿Y que solo sacrificando todo lo material puedo alcanzar la completa satisfacción espiritual y material?
- Tú lo has dicho.
- Pues déjeme decirle algo – Espetó colérico el joven periodista enseñándole al anciano el paquete medio vacío de cigarrillos- ¡Este es el mejor medio para saber lo que hay mas allá de la muerte!
- Pero hijo – Repuso pacientemente el anciano- Eso te mata, acaba con tu cuerpo y con tu alma. Eso es el fruto del diablo...
- Si, - concedió el joven- al igual que tú, tú estúpida y opresiva creencia, y tus ciegos y violentos seguidores; la diferencia, es que esto no está manchado con la sangre de mi prójimo... Ni he tenido que robar a nadie para obtenerlo...

Furioso, el joven arrojó a los pies del anciano sus apuntes y notas de la entrevista; y tan contento como el primer día del año, salió corriendo a empaparse de la mas poderosa de las bendiciones del hacedor para con los hombres... La libertad; la total y absoluta libertad...

Sariel Rofocale

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