Callaron las voces
Se perdió el aliento
Su murmullo siniestro,
En los corredores del tiempo…
Me sentí cansado,
Hastiado del mundo,
Camine desnudo las calles azules
De una pena sin rumbo…
Hundí mis manos
En las batallas sin sentido
Derramé sangre de héroes inexistentes
Coroné de rosas la tumba de una pérfida y amada fantasía
Me largué en silencio, de nuevo
Ante el destrozar de mi alma en voces que no comprenden el sentido
¿Como han de comprender, si no yo mismo entiendo?
No culpo al silencio, ¡Culpo al vacío!
¡Ese que me llena de muerte, que corroe las mas puras fibras
De mis sentimientos
Ese que me dice que todo esta perdido!
¡Demonio! ¡Te conjuro!
¡Dame paz en mi acallado lamento!
¡Dioses! ¡Os maldigo!
¡El rostro que me dais, es solo pasto
Para cada maldito nuevo enemigo!
Acobardado, destrozado, moribundo
Cabalga mi valor, el mediocre corcel
Con alas de piedra…
Pero he de renacer, con toda la fuerza de mi odio
Y solo podré odiarme a mi mismo
No hay eternidades que me aguarden
Soy el Childe Roland… De los maldecidos…
Perdí de nuevo, el umbral de la inocencia,
Mi lozanía, que agoniza
La luz, que nada me ofrece
La prisa… que todo justifica…
Recordé, cansado
La sangre en mis manos
Recordé, sin miedo
La podredumbre del humano
Me sentí dolido,
Con la rabia al viento
Y acallé la furia
No es nada, no soy nadie…
No existen lo sentimientos…
Sonreí, de nuevo,
Mi dama acudió al llamado
Perdonó la duda,
Acallo la voz, el inconforme delirio
Y ya no corre por mis venas
La fiebre con premura…
¡! Demo!!
Mi voz está triste,
Lo que ha sido, lo que fue,
El humo, que acongoja mi rostro
Me regala incienso de pálido reflejo y cordial caricia,
Se sume de nuevo
Mi conciencia intranquila
En el sueño del loco
Navegando, en los licores furiosos
La indomable voz de una pesadilla…
Sariel Rofocale
Mis dedos son solo esto que escribe… No hay razón tras de ello, distinto a la propia vacuidad de mi alma, la soledad de mi cama, Los tres suspiros
Vendidos y ahorcados por treinta monedas de plata…
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