sábado, 2 de febrero de 2008

Los diálogos de Tito

(Paréntesis para maldecir a Freud)

¿Y que significa la divisa que encuentro en vuestro escudo?
¿Sabéis leer? Yo no; significa que cuando una persona dice que si, yo respondo que no; y cuando alguien me dice que no; yo le digo que si...
Navarro Villoslada


Digamos que por un momento; en mi mente deja de existir esa compleja individualidad que llamo “Yo” (Por que no tengo otra manera de llamarla; podría llamarla idiota, o imbécil, o inclusive tarado si las peculiaridades del lenguaje así me lo permitieran, y si ni los demás, y mi propia conciencia no fuéramos tan quisquillosos y susceptibles) se encontrara; en un momento de excepcional calma y quietud emocional (lo cual no sucede por desgracia demasiado a menudo; ya que la mas característica de las reacciones humanas es la del histerismo, máxime cuando se enfrenta al pobre individuo a una de esas rarísimas visiones del propio interior), con una versión de su propio intelecto, deseo, necesidades, anhelos y certidumbres. O para decirlo en un lenguaje un poco mas profano (Ojo que no intento ofender a nadie aquí, pero yo, y muchos como yo, somos tan absolutamente inmediatistas que nos aburrimos por completo ante términos como este), un “Otro yo”.

Supongamos, que este “Otro yo” al que de ahora en adelante denominaremos “B” en contraposición a mi mismo, que de ahora en adelante denominaré “A”; se sientan muy cómodamente, de la manera mas civilizada posible, frente a un buen fuego, con abundante provisión de tabaco y café. Y empiezan a conversar sobre un tema cualquiera del amplio repertorio de mis angustiosos debates metales. Puede parecer que esto es una de esas absurdas y aburridoras quimeras académicas que de vez en cuando nos azotan a los que por un capricho o desgracia del carácter hemos dejado de lado como cosa inmunda la matemática y las ciencias útiles para dedicarnos con mayor o menor fortuna al aprendizaje (o sea a la especulación) de las particularidades del carácter humano. Pero una vez que he tecleado la primera letra, ya es inevitable seguir hasta el final, sea cual sea.

Pasando de largo las presentaciones, las absurdas y por ende ridículas preguntas que todo hombre le hace a un alguien aparentemente desconocido (Quien eres, que eres, a donde vas, de donde vengo yo, etc.) El señor B, de seguro preguntaría:

- Y bien, ¿Qué te aflige?-.
-No estoy seguro,- respondería el señor A- Supongo que todo, yo mismo, mis semejantes, el peso de la ropa... De todo un poco...
- ¿No te afliges por estupideces?
- Es verdad, son cosas nimias; pero no puedo evitarlo, las cosas importantes escapan de mi vista.
- ¿Por qué? ¿Si, son evidentes?
- Por que para mí no lo son, debo pensar en lo inmediato, que paso he de dar para no caerme a una zanja, o ser atropellado; o ganarme un balazo en la frente por idiota... Debo comer, trabajar, debo incluso satisfacerme a mi mismo y lidiar con la culpa que ello me provoque.
- Muchas cosas en efecto- Diría el señor B-, muchas para tener la cabeza fría y el ánimo en pie.
- Eso es lo que me aflige.
-Es una aflicción inútil; vivir es simple, somos nosotros los que nos complicamos la existencia con preguntas y dudas del todo estúpidas.
-¿Por qué estúpidas? – Diría el señor A- La vida es compleja, vivir es complicado, debes sobrevivir, imponerte, evitar que te aplasten. Evitar que aplasten a los tuyos...
- Entonces, de ser así vivirías perpetuamente rodeado de enemigos, que permanentemente intentarían hacerte daño.
- ¿Acaso no es así? – Preguntaría angustiado el Señor A-.
- A veces, es evidente que a veces tienes en contra a todo aquel que te rodee; el hecho mismo de estar vivo, es una lucha constante para seguir en ese estado. Si por un momento solo existiera un “Yo” y el resto de sus semejantes fuera borrado de la faz de la tierra; este “Yo” tendría que comer, beber, dormir, procurarse un cobijo y no son estas cosas que se obtengan con solo desearlo. Generalmente han de buscarse, y ello en verdad requiere de esfuerzo.
- ¿Me das la razón, no lo ves?
- No, - Diría absolutamente convencido el señor B- el problema radica en que somos tan espantosamente adictos a esta paranoia, que nos gozamos en la violencia que requiere combatirla.
- ¿Violencia?
- En efecto, somos victimas y victimarios, aunque pretendamos siempre obtener lastima y conmiseración; pero llegado el caso, somos tan capaces de pasar por encima de un inocente como el mas vil de los asesinos.
- Entonces- Diría el señor A- somos monstruos...
- No, no lo somos; aunque a veces nos comportemos como tales. Simplemente somos débiles, frágiles; y en virtud de ello, nos hemos convencido que la debilidad, la fragilidad son tambien nuestros enemigos, y desde que nacemos hasta que morimos, hacemos estragos en nosotros mismos, y en los demás para negar este aspecto tan íntimo en nosotros.
- A mi no me gusta sentirme débil, me hace sentir vulnerado, amenazado.
- A mí tampoco, - Diría el señor B- Pero ninguno de nosotros es débil; solo estamos convencidos, y los demás tambien; de que nacen débiles y viven débiles, casi siempre prestos a ser devorados por otros mas fuertes.
- ¡Ajha!, ¿Y eso no es cierto?
- Claro que es cierto, en algunos casos; pero en la gran mayoría de las vidas de los hombres esta amenaza es por completo inexistente, o bien carece por completo de fundamento, por que esta representada en hombres tan, o más débiles que nosotros mismos.
- Pero muchos de esos hombres tienen poder, y abusan de el a su gusto y capricho – Diría del señor A-, el hecho de saberlos débiles no nos libra de la angustia y el temor...
- No, en modo alguno, ellos existen, y nosotros también, pero responder su odio con odio, es perpetuar el vicioso circulo de la agresión. Deberíamos sentir compasión, lástima inclusive; por que después de todo, violentar a alguien que es violento, por una sensación íntima de debilidad y miedo, tan solo es otorgarle mas razones para que se empecine en su violencia...
- Eso incomprensible... Bueno, no del todo, pero no puedo pensar en ello, y mucho menos decírselo a alguien que me coloca una pistola en la cabeza; decírselo solo lo pondría mas furioso, y no decírselo, tan solo me dejaría al descubierto; dándole a él la oportunidad de asesinarme...
- Eso también es cierto – Concedería pensativo el señor B- Por desgracia es cierto, y es más que obvio que si a mi me pusieran una pistola en la cabeza actuaría en consecuencia. Trataría de salir vivo del percance. O bien llevarlo conmigo.
-¿Matarlo?
- Si, es una estúpida idea, no lo niego; pero muchos sentimos eso; otros, se derrumban, y perecen convencidos de la inutilidad de todo esfuerzo. Pero... No lo se, a veces estoy casi seguro, de que en todo momento, siempre vale la pena un último esfuerzo; así este solo me lleve a la muerte...
- ¿A veces? – Diría molesto el señor A-.
- A veces, soy un ser humano; no soy perfecto. Nadie lo es. Solo en nuestros mitos; por eso son tan bellos; por que nos convierten a nosotros mismos en seres carentes de debilidades.
- ¿Y entonces?, ¿Cómo sale uno de este embrollo? Si sabemos que el mundo es agresivo por naturaleza (Nunca he dicho eso, diría el señor B; he dicho que a veces si y a veces no; y el señor A, como buen ser humano ególatra se exasperaría y pediría que se le permitiese terminar su razonamiento) pero que los hombres en esencia son violentos por la propia conciencia (Si bien oculta y negada tras capas y capas de razones infantiles) de la fragilidad de sí mismos... ¿Cómo cambiar algo que está tan arraigado en nuestra constitución?
- Solo habría una manera de saberlo; bueno en verdad existen dos o tres posibilidades...
- ¿Cómo por ejemplo?
- Que le preguntaras a dios; el único problema, es que no sabemos si existe, o si existen varios, o si son invenciones nuestras. Pero partamos de la base de la existencia de uno, o varios, que poseen todo lo que a nosotros nos falta, sobre todo conocimiento, y sobre todo bondad y capacidad de entendimiento (Los tres no tienen nada que ver entre sí, pero son parte del mismo todo utópico). No podríamos fiarnos del mensaje dado por esta o estas entidades.
- ¿Por qué no?- preguntaría el señor A
- Por que nos la dan a nosotros.... Así de simple.
- Entiendo- Diría el señor A- el solo hecho de que nosotros fuéramos los receptores de esa pregunta, haría que ese conocimiento perdiera de inmediato toda validez; sobre todo cuando quisiéramos transmitirlo a nuestro prójimo.
- En efecto; por que nosotros, o los demás, no tardaríamos; en virtud de nuestros miedos (Esto es, en virtud de nuestra debilidad y envidia de los que consideramos fuertes); en trastocar la pureza del mensaje, acomodándolo a nuestras propias conveniencias; todo con el fin último de otorgarnos un estado de completa superioridad y seguridad, frente a lo que consideramos una amenaza. Es decir, que convertiríamos esta verdad en la fragmentada voluntad de nuestros deseos. Cosa que haría que fuéramos crueles y dolorosamente posesivos.
- Tú lo has dicho, no somos confiables, crearíamos una religión, o una política propia, escudándonos en el mensaje de esta divinidad. Ya ha pasado antes, y volvería a pasar, con todas las consecuencias que acarrearía.
- Bien- Diría el señor A- puesto que no podemos confiar en presentar esta angustia a una o varias divinidades, merced de la poderosa capacidad del hombre para fastidiarse a sí mismo... ¿Qué otra posibilidad nos queda?
- ¡Hombre! – Exclamaría el señor B como si fuera la cosa mas evidente el mundo- ¡Es mas que obvio!
- No, no lo es...
- ¡Pues no enviciarnos! ¡No caer en el fanatismo!
- Explícame eso.
- ¡Pues no enviciarnos a la dificultad de las circunstancias!
- Entonces ser perpetuamente optimista es la respuesta, pero; ¿No es eso absurdo además de aburrido?
- No solo eso, es estupido y suicida. Dejar de ser consciente de la adversidad de muchos de los eventos de la vida, es caer en la complacencia; es dejarse llevar de la marea.
- ¿Y entonces?
- No es tan simple, ambos lo sabemos- Diría el señor B- lo único que podemos hacer es no caer, ni seguir en juego a los que extremizan una de esas dos posibilidades. La de creer en la eterna posibilidad de progreso del hombre, tanto moral como biológicamente. Ni en los que opinan que todo es una mierda y que solo esperan quietos el momento de su propia muerte. Todos y cada uno de los déspotas de la humanidad ha sido victima y victimario de innumerables y odiosas diversificaciones de estos dos males.
- Eso no es comprensible, no me parece tan simple – Diría el señor A-.
- No tanto, estan los que creen tanto en la infinita posibilidad de los hombres que, al ver que este progreso no se produce, deducen (Con el método de un caracol paralítico) que este no llega por que ellos, y los que son como ellos, son los elegidos (Por una u otra estúpida razón); y que los demás son pobres y débiles. De resultas que deciden, o eliminarlos, o convertirlos a la fuerza (Cosas que al fin y al cabo son lo mismo).
- Y por supuesto – Diría el señor A- estan los que piensan que, como todo es inútil, se permiten la libertad de creer que todo el mundo debería pensar igual, así que; convencidos de la suprema verdad de su razonamiento, se empeñan en llevar a los demás a la misma pasiva indiferencia...
- Exacto, mezcla estos dos aspectos del carácter humano, conjúgalos con momentos sociales, realidades familiares, debilidades físicas y emocionales, miedo, tedio, poder, orgullo, y tendrás listo un amigable producto en el que puedes reconocer muchos de los hombres y movimientos de hombres, causantes de los mayores males de la humanidad. De hecho, todo hombre es un poco uno de ellos, así que tampoco el individuo se salva de esta condena.
- Eso no es muy esperanzador – Diría el señor A, mientras le da una calada enorme a su cigarrillo)- y a la vez puede que alguien piense que es excesivamente simple.
- Lo se, pero es que, en el fondo, las cosas no son, ni tan simples ni tan complejas. Somos nosotros los que las convertimos o en catástrofes, o en milagros.
- Entonces, ¿Tu idea, la de no caer en los fanatismos, o en los extremos; es vivir en perfecto equilibrio?
- ¡Hombre, no! ¡El equilibrio no existe, es una idea tonta, otro ideal; basado en nuestra fragilidad, en nuestra diversidad emocional, en la facilidad con la que amamos o explotamos con ira. Si pudiéramos definirlo, lo llamaría más bien una contraposición de influencias.
- Eso es aun mas confuso- Confesaría el señor A, con el mismo gesto de fastidio de un ateo en una iglesia católica- y no veo de donde podremos sacar provecho.
-Lo se, por que ya todos los hombres y mujeres deberíamos saber que ninguna verdad, es por completo absoluta, ni siquiera esta misma. Todo es tan gloriosamente inexacto que solo podemos especular, divagar... Por supuesto, eso en apariencia no nos lleva a nada, por que pasada la especulación aún debemos comer y dormir.
-¡Ahí esta! – Diría el señor A- ¡Tu tampoco tienes la respuesta!
- Por supuesto que no- Le respondería ofendido el señor B- esa es una afirmación muy infantil, por que tambien soy un hombre, y por ende, soy débil, y frágil, y como tu; sueño, odio, amo, siento, anhelo y envidio.
- ¿Entonces no tenemos esperanza?
-¡No!, y, ¡Si!...
- ¡Ah! – Diría de súbito el señor A- ¡Mejor morir!...
- No seas imbecil – le espetaría el señor B- la vida solo debería dejarse cuando en verdad todo esté en contra de su prolongación; y no por una cuestión tan simple e inverosímil como esta.
-¿Entonces? – La angustia del señor A, ya estaría llegando a unos límites inaceptables para todo hombre que se preciara de cuerdo-.
- Entonces, lo único que podemos hacer es no ser fanáticos ni de lo uno ni de lo otro. Tratar de ser justos, cambiando lo que podemos y aceptando lo que es inevitable; pero sin dejar por ello en ningún momento de luchar contra todo. Aceptar sin dejar de luchar, ¿Me entiendes? Comprender sin dejar por ello de buscar jamás...
- Eso me suena a la mas asquerosa de las utopías- Diría aún más fastidiado el señor A-.
- Claro, por que a primera vista lo es, y solo el cretino de Tomas Moro es capaz de vivir en su propio engendro.
- Entonces, lo único que nos resta hacer, para tratar de disminuir la constante angustia, es creer firmemente en la necesidad de no creer demasiado en todo, ¿Verdad?
- Claro, vive cuando sea necesario vivir; y si llega el momento, trata de que tu muerte misma no sea una ocurrencia más de los avatares del destino. Carga cada acto de tu vida del más profundo de los significados, desde el aparentemente sencillo acto de despertar; hasta algo tan importante como la muerte misma.
- Ya veo; defiende con garras y uñas; cuando haya algo que valga la pena defender, pero aún así, intenta por todos los medios a tu alcance; no desbaratarte a ti mismo ni a los demás por algo que solo podría tener valor para ti. Hermánate con los demás cuando la ocasión lo amerite; pero sabiendo siempre que lo que os une bien podría ser una falacia, de las más dañinas.
- Exacto, por que nunca debes perder la capacidad de entender que tus acciones bien pueden estar erradas. Bien puedes, con cada paso estar cometiendo el peor error de tu vida.
- Pero vivir así – Diría pensativo el señor A-; ¿No es una constante fuente de angustia, cansancio y por ello de infelicidad?
- ¡Hombre!, la felicidad es algo que siempre ha sido por completo sobrevalorado. ¿No te has puesto a pensar que, nunca, jamás en la vida, podemos estar por completo felices? Siempre hay algo que nos falta, siempre hay “Un algo” que nos hece falta...
- Cierto, el mejor lugar es cualquier otro; menos en el que nos encontramos de momento...
- ¡Vaya, al parecer no hay escape! Siempre pretenderemos ser justos, sin lograrlo nunca...
- Correcto, no ha existido hombre que lo haya sido por completo; si bien han existido siempre hombres y mujeres que nos dan una parte del infinito e insoluble rompecabezas...
- Entonces, no le veo solución al problema, suponiendo que el problema exista...
- Ajha; ese es el verdadero problema, y a la vez, deja de serlo, no podremos hacer nunca gran cosa, al respecto...

De seguro, y después de esta agotadora conversación, el señor A y el señor B; se medirían mutuamente con una rara mezcla de respeto, repugnancia y cansancio... Y al final, cuando el fuego de la chimenea empezase a apagarse, encontrarían; sino la solución; por lo menos una parte mas del rompecabezas, una frase mas que ayudase a empezar a entender el enigma. Pero me equivoco; sería una acción, la que determinaría el momentáneo alivio de la pena y el miedo...

- ¡Hombre! -Diría el señor A- el fuego se apaga y el café se ha terminado...
-¡Rayos! Diría sonriente el señor B- mientras encendía el cigarrillo de su amigo y se dispondría a alimentar el fuego y a colocar otra cafetera en la lumbre.

El ambiente se llenaría entonces de esa cansada satisfacción que solo puede inundar el corazón de los que verdaderamente se consideran hombres (Y no dioses, Mesías, Líderes, Poderosos, Héroes, etc.), llevándose con las volutas de humo la pena y el dolor; e inundando el aire y las tinieblas con las fuertes y luminosas canciones de todos los que alguna vez se han dado el lujo y la libertad engañosa de soñar; crear, luchar, amar, vencer, perder, creer, o perder la fé...


Sariel Rofocale

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